domingo, 9 de agosto de 2009

Capítulo 13

Cura: no se preocupe…, le haré otra vez la pregunta…, Isabel, ¿aceptas a Alejandro de Villafranqueza como legítimo esposo en la salud y en la enfermedad, en la riqueza y en la pobreza, en la prosperidad y en la adversidad, hasta que la muerte os separe?
Isa: sí…, acepto… (pronunció la joven no demasiado alto…)

Alejandro se dio cuenta la manera con que ésta se manifestó…, notó que algo le pasaba, pues la muchacha no replicó con el mismo entusiasmo que él…, ¿por qué?..., ¿por qué si la noche anterior percibió que respondió al beso que le dio?

Tras la respuesta de Isa, todos respiraron tranquilos…, el sacerdote prosiguió…

Cura: siendo así, por el poder que me concede la iglesia, yo os declaro marido y mujer…, puede besar a su esposa…

Alejandro se giró para ponerse frente a Isa…, ella le miraba temblorosa, pero no se había puesto en la posición de él…, el joven vio que todo el mundo estaba pendiente del beso, así que muy suavemente posó sus manos sobre sus hombros y la fue volteando hacia él con mucha delicadeza.

Ya una vez los dos de frente, mirándose, Isa suspiró un poco y miró hacia abajo…, él volvió a ver que estaba rara, pero aún así puso su mano debajo de la cara de ésta y la alzó con cuidado…, le dirigió una mirada llena de amor, se acercó lentamente y la besó. El beso fue lento…, suave…, en el que Alejandro se entregó al máximo…, poniendo su corazón y su alma en él…, Isa pudo percatarse y eso la asustó más, porque le hizo sentir a ella también algo muy fuerte…, poco a poco, Isa se apartó disimuladamente…, Alejandro apreció ese gesto pero no anunció nada…, sólo limitó a ofrecerle su bracillo a su esposa, para que ésta se agarrara y, de ese modo, comenzaron a avanzar hacia el exterior de la iglesia…, sus familiares les esperaban para felicitarles…

Una vez salieron, sus familiares, amistades e invitados les arrojaron pétalos de rosas rojas…, después, se acercaron a los contrayentes para darles la enhorabuena: primero, sus familiares; después, los demás invitados.

Unos minutos después…

Sofía: (a su hijo): Alejandro, tesoro…
Alejandro: dime mamá…
Sofía: nos vamos todos para nuestro castillo…, ¡nos vemos allí!
Alejandro: ¡de acuerdo!

Todo el mundo partió hacia el castillo de los Duques de Guardilla…, allí sería la comida de celebración…, también Alejandro e Isa, tras subir a su carruaje empujado por seis caballos blancos, pusieron rumbo al lugar indicado…

De camino al banquete, Alejandro notaba nerviosa a su esposa…, desde que ella respondió al párroco que “sí” aceptaba casarse con él, no la había escuchado…, tan sólo para agradecer las felicitaciones de los invitados…, el silencio seguía prolongándose en el que Alejandro no dejaba de observarla…, en el que su corazón se agitaba sólo por el simple hecho de ver cómo pestañeaba…, la chica del manantial era Isa, su esposa…, no podía ser más feliz…, además de que estaba profundamente enamorado…, finalmente se animó a romper el silencio que había entre ellos…, cogió su mano con la suya…, la acarició un poco y exclamó…

Alejandro: eres tú…

Isa, al oírle decir eso, le apartó la mano y suspiró, pero sin contestarle nada…, a él le preocupó ese rechazo de su parte, ya que había ido captando todo el rato que algo le ocurría…, después expresó:

Alejandro: anoche no habría imaginado que eras tú la mujer a la que hoy tenía que unir mi vida para siempre pero, al verte, Isa te juro que te haré la mujer más feliz del mundo…
Isa: (mirándole): siento no poder decir lo mismo, no sé si seré capaz de hacerte feliz…
Alejandro: ¡yo te ayudaré para que nuestro matrimonio esté lleno de dicha y alegría! (sonrió enamorado)
Isa: ¡no…, no necesito tu ayuda! (dijo)
Alejandro: (frunció el ceño): ¿por qué?
Isa: ¡porque este matrimonio nunca funcionará!
Alejandro: si ponemos de nuestra parte……
Isa: (interrumpiéndole): ¡YO NUNCA HARÉ NADA PORQUE FUNCIONE! (alzó la voz)
Alejandro se quedó sin palabras…, no se esperaba la reacción de su esposa…, decidió guardar silencio y no discutir…, ya se encargaría de hacerla cambiar de opinión…; Isa, por su parte, se limitó a contemplar a su marido…, no quería haberle respondido de esa forma, porque Alejandro parecía un hombre atento, amable, cariñoso,… con ella, al igual que fue la noche anterior cuando la besó…, pero es que la pérdida de su libertad con su matrimonio repentino, le hacía mostrarse de esa forma tan arisca y a la defensiva.

Un rato más tarde…

Isa y Alejandro hacían entrada en el castillo…, todos los invitados fueron a recibirlos…, los primeros sus progenitores…, después sus hermanos…
Anabel: ¡holaaaa hermanita! (sonrió)
Isa: ¡hola! (respondió seria)
Emmanuel: ¡hermanooooooo! (sonriendo)
Alejandro: ¿qué tal? (sonrió también)

Ambos hermanos se habían unido en un caluroso abrazo…

Anabel: ¿todo bien, Isa? (con preocupación)
Alejandro y Emmanuel se voltearon al escuchar a la esposa del segundo…
Emmanuel: ven conmigo Alejandro…, tienes que ver a la abuela…, se ha puesto guapísima para tu boda…, ¿me acompañas? (pasó su mano por el hombro a su hermano, intentando disimular, para así dejar a las dos jóvenes a solas)
Alejandro: ¡claro que te acompaño, vamos!

CONTINUARÁ…
El estado anímico de Alejandro era tenso, por ver a su futura mujer, pero al mismo tiempo cabizbajo porque estaba a punto de perder para siempre la posibilidad de poder estar con la chica del manantial…; entretanto Isa, bien agarrada del bracillo de su padre, se adentraba a la iglesia mientras saludaba a los invitados y les daba las gracias por asistir…, cuando dejó de saludar, miró al frente y un escalofrío recorrió su cuerpo…, también una especie de temblor se apoderó de ella…, dicho temblor era más que nada por el acto que estaba a punto de darse: contraer matrimonio en contra de su voluntad…

Su padre notó el nerviosismo de su hija…, se aproximó a su oído y le susurró…

Domingo: ¿estás bien, tesoro?
Isa: sí, papá… (intentó disimular)
Domingo: todo va a ir bien y vas a ser muy feliz junto a Alejandro, ya lo verás…
Isa: (no respondió…, se limitó a mostrar una sonrisa para que su progenitor no sospechara nada)

Fue en ese momento cuando vio de espaldas a su futuro marido…, su corazón empezó a golpear con más fuerza inexplicablemente. La música de ceremonia empezó a sonar con la entrada de la novia…, Sofía, la madre de Alejandro, que observaba cómo su futura nueva se acercaba, le hizo una señal a su hijo, porque estaba un poco ido…, Alejandro se volteó para ver cómo se aproximaba su futura esposa y sus miradas se encontraron…, entonces el gesto de Alejandro cambió en ese instante…, se puso muy alterado…, su madre lo percibió y sonrió porque pensaba que era por la emoción del momento…, ignorante de la realidad…, por su parte, Isa se detuvo un poco por la conmoción que le causó encontrar al muchacho que conoció en el manantial la noche anterior, esperándola en el altar…, hasta llegó a pensar que era una visión…, que no era real…

Domingo e Isa llegaron a la altura del altar, donde se ubicaron Sofía y Alejandro…, el progenitor de la protagonista, tomó una de sus manos y dándosela a Alejandro, anunció…

Domingo: Alejandro…, aquí te entrego a mi hija Isabel…, espero que cuides de ella y la hagas muy feliz… (puso la mano de la muchacha sobre la del joven)

Alejandro: te prometo que la haré muy feliz… (sonrió enamorado)
Domingo: (sonriendo): ¡estoy convencido de ello!

El Duque de Sevilla se retiró a un lado…, todos los invitados se pusieron de pie y, de ese modo, dio comienzo la ceremonia…

Cura: Queridos hermanos, estamos hoy aquí reunidos para unir en matrimonio a estas dos personas, Isabel y Alejandro, siendo sus padres los que han decidido unirlos, a quienes les deseamos una vida en común llena de felicidad, amor y con hijos…

El punto culminante de la ceremonia llegó…, dos niñas, sobrinas de las dos familias, acercaron a Isa y Alejandro una bandeja plateada…, en ésta había dos alianzas que representaban la unión de los dos jóvenes ante los ojos de Dios…, cada una de ellas tenía grabada en su interior la fecha del enlace y un escrito…, en la de él ponía “Isabel” y en la de ella “Alejandro”… El sacerdote bendijo los anillos y se los entregó…

Alejandro: Isabel, te entrego este anillo, como símbolo de amor y fidelidad a ti… (introduciéndolo en el dedo anular de la mano derecha de ella)
Isa: Alejandro, te entrego este anillo, como símbolo de amor y fidelidad a ti… (poniéndolo de la misma forma que hizo él)

Los dos se ponen frente a frente y entrelazan sus manos, a la vez que el sacerdote pronuncia las deseadas palabras…

Cura: Alejandro, ¿aceptas a Isabel de Sevilla como legítima esposa en la salud y en la enfermedad, en la riqueza y en la pobreza, en la prosperidad y en la adversidad, hasta que la muerte os separe?
Alejandro: (con decisión): sí padre, acepto…
Cura: Isabel, ¿aceptas a Alejandro de Villafranqueza como legítimo esposo en la salud y en la enfermedad, en la riqueza y en la pobreza, en la prosperidad y en la adversidad, hasta que la muerte os separe?

Isa, comenzó a temblar ante la pregunta del sacerdote…, había llegado el momento…, momento en el que debía dar su respuesta…, pero antes de ello, echó su vista atrás y contempló a todos los invitados..., empezó por sus suegros…, después sus progenitores…, sus hermanas mayores y los maridos de éstas…, a Emmanuel…, y finalmente a su gemela, Anabel, quien asintió con la cabeza con un gesto de confianza…; la joven estaba tan abstraída de todo, que no pudo percibir el gesto de preocupación de sus padres, suegros, hermanas mayores, pero sobre todo el de Alejandro, quien se preguntaba qué rondaba por su cabeza para que no hubiese contestado ya… El párroco la hizo volver a la realidad…

Cura: Isabel…, ¿se encuentra bien?
Isa: sí…, perfectamente…, ¿por qué?
Cura: porque no ha contestado…
Isa: ahhh, lo siento… (se disculpó)
Cura: no se preocupe…, le haré otra vez la pregunta…, Isabel, ¿aceptas a Alejandro de Villafranqueza como legítimo esposo en la salud y en la enfermedad, en la riqueza y en la pobreza, en la prosperidad y en la adversidad, hasta que la muerte os separe?

CONTINUARÁ…

Capítulo 11

En la casa de los Duques de Sevilla…

Anabel: Isa…, soy Anabel…, ¿puedo pasar?
Isa: sí…, adelante…

La primera abrió y descubrió a su hermana mirando por la ventana…

Anabel: (preocupada): ¿todo bien, Isa?
Isa: más o menos…
Anabel: ¿qué te sucede? (preguntó preocupada mientras cerraba la puerta)
Isa: anoche… anoche conocí a alguien…
Anabel: (frunció el ceño): ¿a un chico?
Isa: (volteándose hacia su hermana): sí…, además…… (se detuvo)
Anabel: ¿además…? (formuló, con la intención de que ésta prosiguiera)
Isa: ¡nos besamos!
Anabel: ¿quéééééé?..., pero… ¿tú estás loca? (dijo alterada)
Isa: no lo planeamos…, surgió…, y me gustó…, mucho…
Anabel: Isa, tienes que olvidarte de él, ya no lo vas a ver más…, y te casas en menos de media hora…
Isa: y… ¿por qué no puedo renunciar a este matrimonio e intentar conocer más a ese chico?..., ¿por qué? (dijo con resignación)
Anabel: hermana, tu destino está forjado…, sé que es nuestro padre quien se ha encargado de elegir con quien vas a compartir tu vida, pero te aseguro que puedes enamorarte de la persona que hoy te estará esperando en el altar…, yo le conozco y es un hombre perfecto para ti…, como Emmanuel para mí…
Isa: pero es que me da miedo casarme…
Anabel: (arrugó el ceño): ¿por qué?
Isa: porque si me caso, ocurrirán dos cosas…
Anabel: explícate… (pidió)
Isa: la primera que no podré cumplir mi sueño, ser escritora…, y la segunda es que ya no nos veremos nosotras…
Anabel: no creo que eso pase…
Isa: ¿no? (respondió triste) cada una tendremos que asistir a todos los actos a los que deban hacer presencia nuestros maridos…, no podemos dejarles solos…
Anabel: es lo que tiene el casarse con un marqués… (intentó restar importancia)
Isa: pero… ¿y qué hay de lo que acordamos nosotras cuando éramos más pequeñas?..., ¿es que ya no lo recuerdas?..., ¿es que ya no me quieres? (preguntó con lágrimas en los ojos)
Anabel: (cogió el rostro de su hermana con sus dos manos): Isa…, claro que recuerdo la promesa que nos hicimos…, no hay día que no la tenga en mente…, es más, estoy convencida de que, aunque estemos casadas, algún día se harán realidad nuestros sueños… (pausó) y… ¡claro que te quiero, hermana!..., ¿cómo no te voy a querer?..., eres junto a Emmanuel la persona que más quiero en este mundo…
Isa: ¿me comparas con él? (dijo enojada)
Anabel: no te comparo con nadie…, son cariños y amores diferentes…, él es mi marido…, el amor de mi vida…, y tú eres mi queridísima hermana, mi mejor amiga, mi confidente,… ¡por la que haría cualquier cosa!
Isa: ¡y yo por ti! (se abrazaron con fuerza)
Anabel: (separándose un poco): ahora ves a retocarte el maquillaje…, te está esperando Alejandro frente al altar…, no le hagas esperar más tiempo…, ni a papá tampoco que estaba ya desesperado…

Sonrieron las dos…

Anabel: y no olvides que, aunque estemos casadas, puedes contar conmigo siempre que lo desees…, además de que nos veremos seguro cuando nuestros suegros hagan eventos familiares…, recuerda que nuestros maridos son hermanos…
Isa: sí…, eso sí… (pausó) ¿me ayudas con el maquillaje?
Anabel: claro…, vamos…

Anabel echó una mano a Isa…, de ese modo la futura contrayente estuvo lista en cuestión de pocos minutos…; después se reunieron con su padre y los tres pusieron rumbo a la iglesia con el carruaje empujado por seis caballos blancos…
Pronto llegaron al lugar indicado…, Anabel fue la primera en descender para ayudar a su hermana…, cuando Isa pisó el suelo y tenía el traje de novia en orden, Anabel entró a la iglesia para reunirse con su marido…

Emmanuel: ¿todo bien, mi amor? (con preocupación)
Anabel: (sonriendo): sí…, todo está a punto… (sonrió)
Emmanuel: (poco convencido): ¿segura?
Anabel: ¡sí! (dijo con decisión)
Emmanuel: ¿te he dicho que te amo?
Anabel: ¡y yo a ti! (se besaron)

El estado anímico de Alejandro era tenso, por ver a su futura mujer, pero al mismo tiempo cabizbajo porque estaba a punto de perder para siempre la posibilidad de poder estar con la chica del manantial…; entretanto Isa, bien agarrada del bracillo de su padre, se adentraba a la iglesia mientras saludaba a los invitados y les daba las gracias por asistir…, cuando dejó de saludar, miró al frente y un escalofrío recorrió su cuerpo…

CONTINUARÁ…

Capítulo 10

Alejandro, al ver que la joven no le impedía nada, lo tomó como un sí y se acercó a sus labios poco a poco con la intención de besarla…, cuando estuvo a escasos milímetros, tomó su rostro con las dos manos e hizo que la distancia entre ambos fuese cero…, unieron sus labios y comenzaron a besarse. El beso empezó lento…, tranquilo..., sin pausas…, y muy muy apasionado; tras unos segundos así, a Isa le vino a la mente la conversación que mantuvo con su gemela…

Isa: pues… ¡no me parece justo!..., ¿por qué he de casarme con alguien que no he visto en mi vida y al que ni siquiera amo?..., ¿por qué tengo que obrar de la misma manera que todos vosotros?
Anabel: porque nuestro destino está forjado…, no podemos cambiarlo…

Tal vez su hermana tenía razón…, al día siguiente era su boda con Alejandro y ella se estaba besuqueando con un desconocido…, no podía seguir adelante con ese beso…, por eso, se separó de aquel joven, quien al notar la distancia, pronunció…

Alejandro: ¿qué ocurre?..., ¿estás bien?
Isa: tengo que irme…
Alejandro: aguarda un segundo…

Pero ella no le obedeció…, se limitó a montar en su yegua y marcharse de aquel lugar…, nunca más volvería allí…, nunca más. Alejandro, antes de que ella no pudiera escucharle, dijo en voz alta…

Alejandro: dime aunque sea tu nombre…

Isa oyó perfectamente esas últimas cinco palabras…, pero no se volteó en ningún momento..., siguió el camino que le llevaba hacia casa de sus padres…; Alejandro, por su parte, una vez ella ya se hallaba muy lejos, mordió sus labios y colocándose la mano derecha en el pecho, notó que el corazón le palpitaba con fuerza…, jamás había sentido algo parecido con una mujer…, después miró al cielo y preguntó a Dios:

Alejandro: ¿qué quieres decirme ahora con esto?..., ¿es amor lo que acabo de sentir con ese beso?..., ¿es esa muchacha la mujer de mi vida?

Tras esto, llegó hasta su caballo Romeo, subió en éste y puso rumbo al hogar de sus progenitores…, debía descansar…, el día siguiente iba a ser el más importante de su vida…, se casaba con una desconocida…, aunque estaba seguro que le costaría conciliar el sueño…, más que nada porque ese beso le hizo sentir cosas que jamás le había ocurrido con nadie…, sólo esperaba que, con el amor de su futura esposa y el tiempo, lograra olvidar lo que le hacía sentir la muchacha del manantial…

POR FIN LLEGÓ EL GRAN EVENTO… ERA EL DÍA EN QUE ISABEL DE SEVILLA Y ALEJANDRO DE VILLAFRANQUEZA SE CASABAN…, ERA SÁBADO…, EL RELOJ MARCABA LAS 11:30 DE LA MAÑANA Y, DENTRO DE MEDIA HORA, DABA COMIENZO LA CEREMONIA…
En la iglesia… Desde la entrada de ésta estaba decorada con un pasillo lleno de pétalos de rosas rojas y blancas que conducían hasta el altar… En cada asiento había un lazo de color azul cielo y en el nudo de cada lazo tenía una rosa roja y otra blanca… Alejandro estaba en pie, frente al altar, con la mirada puesta en una imagen de Cristo…, le pedía que le ayudase a superar lo que había sentido por la muchacha del manantial y pudiera dedicarse de pleno a su futura esposa…, debía poner de su parte para que su matrimonio funcionase y hacerla feliz…, pues Isa no tenía ninguna culpa de lo que pasó la noche anterior ni su amor secreto por la joven del manantial… De cuando en cuando, echaba la vista hacia atrás y veía a todos los invitados…, también a su hermano mayor, Emmanuel, que le susurraba: “todo irá bien”…, esa afirmación de su hermano, deseaba que se cumpliese…

Mientras tanto, en casa de los Duques de Sevilla…, sólo se encontraban en el lugar indicado Isa, su hermana Anabel y su padre…, su madre se fue a la iglesia en compañía de sus hijas mayores y los maridos de éstas…, Anabel y Domingo acompañarían a Isa a la iglesia…, al igual que Isa hizo cuando su hermana Anabel se casó con Emmanuel…

En la habitación de la protagonista…, ésta ya estaba vestida y le habían realizado el recogido…, su padre miraba el reloj impaciente…, no era normal que tardase tanto…, fue en busca de Anabel, quien bebía un poco de agua…

Domingo: Anabel, hija…
Anabel: dime papá…
Domingo: ¿no te parece que tu hermana tarda demasiado?..., queda media hora para la ceremonia e Isa no baja de su habitación…
Anabel: bueno…, es normal…, las novias nos hacemos esperar…
Domingo: si eso lo sé, pero… ¿tanto?
Anabel: no te preocupes, subiré a verla…
Domingo: ¡gracias hija! (la besó en la frente)
Anabel: de nada, papi…

Y así fue como Anabel se dirigió al lugar indicado…, cuando estuvo ante la puerta, dio dos golpes secos y preguntó…

Anabel: Isa…, soy Anabel…, ¿puedo pasar?

CONTINUARÁ…

Capítulo 9

En el manantial… Isa ya se encontraba nadando y buceando en aquel lugar…, estaba relajada…, tranquila…, no había ningún pensamiento que la atormentara en ese momento…, ni siquiera se acordaba de lo que iba pasar al día siguiente…

Mientras tanto, Alejandro estaba en la cuadra cepillando a su caballo Romeo…, hacía un rato que había cenado…, aseaba al animal porque tenía pensado acudir al manantial por última vez…, antes de casarse al día siguiente con Isa. La conversación-pelea con su hermano mayor le hizo reaccionar, pero aún así se dijo a sí mismo que iría para ver qué pasaba…, no quería quedarse con esa duda… Una vez terminó, puso la montura al caballo, cogió la fusta y subió a éste…, dio con la herramienta al animal y se encaminó hacia el manantial…, ya no había marcha atrás…

UN RATO MÁS TARDE…

Ya había anochecido y todo estaba oscuro…, Isa seguía bañándose bajo la luz de la luna llena…, era lo único que alumbraba aquel lugar…, la muchacha se hallaba tan sumamente en paz, calma y tranquilidad que tan siquiera se dio cuenta de que alguien la observaba escondido tras un árbol…

Decidió salir…, estaba completamente desnuda…, con su pelo mojado y cayéndole las gotas del agua por su cuerpo…, Alejandro la contemplaba con detenimiento…, no quería perderse ninguno de sus movimientos…

Alejandro: Diosss… (suspiró) es tan linda…, es perfecta…, si estuvieras aquí, querido hermano, me entenderías… (se dio cuenta que el corazón le palpitaba agitadamente…, contemplarla de esa manera lo puso realmente nervioso hasta tal punto que tropezó con un matorral del que no se percató por la oscuridad de la noche y por lo inmensamente ensimismado que estaba con la imagen de la joven…)
El ruido sobresaltó a Isa, quien asustada, lo primero que hizo fue cubrirse parte del cuerpo con las manos, luego preguntó:
Isa: ¿quién anda ahí?
Alejandro: no temas…, no voy a hacerte daño… (y, tras anunciar esto, salió de detrás del árbol, dejándose ver)
Isa: ¿quién eres?..., ¿me espiabas?..., ¿llevas mucho rato ahí? (preguntó molesta)
Alejandro: no… yo… (no le salían las palabras)
Isa: (interrumpiéndole): …¡se te debería caer la cara de vergüenza!..., ¡eres un…!
Alejandro: (cortándole): escúchame un momento…, yo no te contemplaba…, simplemente paseaba por aquí con mi caballo y no pude evitarlo…, lo siento…, perdóname… (se hizo un silencio entre ambos) de hecho, ahora mismo voy a voltearme y te vistes…

Y así fue como Alejandro se puso de espaldas a la muchacha, quien aprovechó para ponerse la ropa que llevaba rápidamente…

TRAS UNOS SEGUNDOS…

Isa estaba vestida…, sin articular palabra, caminó hacia su yegua con la intención de largarse del lugar…, pero Alejandro, al oír sus pasos, se dio cuenta de lo que pretendía y tras dar unos pasos llegó a la altura de Isa y anunció…

Alejandro: espera…, no te vayas…
Isa: (resopló): ¿qué quieres ahora?
Alejandro: ¿cómo te llamas?
Isa: (permaneció en silencio): ……
Alejandro: no hace falta que me lo digas, seguro que lo adivino…, a ver… (poniéndose las dedos índice y pulgar en la barbilla como si estuviera pensando) ¿Antonia?..., (ésta no contestó) ¿Bernarda?..., (seguía sin obtener respuesta) ¡ya está, ya lo tengo, Ruperta!

Una vez pronunció dicho nombre, Isa, que hasta el momento no había replicado, sonrió porque le hizo gracia ese nombre…, Alejandro se quedó bobo mirando esa sonrisa…, se acercó más a la joven y le tocó el pelo, después anunció…

Alejandro: eres preciosa…, no quisiera dejar de verte nunca…

Isa volvió a sonreír ante la afirmación del muchacho y él volvió a quedarse embobado observándola…

Alejandro: hay un beso ahogándose en tu boca…, ¿puedo rescatarlo?

Se hizo un silencio entre ambos…, cada uno clavó en los ojos del otro de una manera profunda…, intensa…, indescriptible…, con esa mirada estaban diciéndose muchas cosas…, si alguien no impedía nada, podría pasar cualquier cosa allí mismo…, Alejandro seguía extasiado con la presencia de ella…, y a Isa, tras tales palabras, empezaron a temblarle las piernas por la dulzura que usó al decirlo y al sentir su suave tacto en su pelo…, ese chico estaba metiéndose –sin quererlo- en su corazón y todo lo que le manifestaba era lo más bello que le habían expresado jamás…, era música celestial para sus oídos…, se sentía tan a gusto con él…; Alejandro, al ver que la joven no le impedía nada, lo tomó como un sí y se acercó a sus labios poco a poco con la intención de besarla…, cuando estuvo a escasos milímetros, tomó su rostro con las dos manos e hizo que la distancia entre ambos fuese cero…, unieron sus labios y comenzaron a besarse…

CONTINUARÁ…

Capítulo 8

En el castillo de Emmanuel y Anabel…, Alejandro no contestaba…

Emmanuel: Alejandro… (intentó que su hermano se anunciase ante su petición…)
Alejandro: (seguía sin articular palabra): ……
Emmanuel: no te quedes callado y respóndeme, por favor… (rogó)
Alejandro: (finalmente replicó): no puedo prometerte eso…
Emmanuel: (frunció el ceño): ¿por qué no?..., ¡te debes a tu futur…!
Alejandro: (interrumpiéndole): …si la conocieras, sabrías porqué se me está haciendo muy cuesta arriba esta boda…
Emmanuel: mira hermano, sé que esa chica te gusta y, por lo que manifiestas, mucho…, pero no puedes romper tu compromiso con Isa por una simple desconocida…
Alejandro: ¡Isa también lo es!
Emmanuel: pero no tanto como la muchacha del manantial…
Alejandro: (cruzándose de brazos): ¿ah no?..., y… ¿se puede saber por qué no?
Emmanuel: porque a Isa la conocemos todos: papá, mamá y yo…, además de que su hermana Anabel es mi esposa…, también sabemos de qué familia proviene y quienes son sus padres…, en cambio de la joven del manantial no conocemos nada…, y… ¿si tras conocerla te das cuenta que no es lo que esperabas y lamentas tu no boda con Isa?..., seguro que no habrá ocasión de enmendar el error, pues ni ella ni los Duques de Sevilla querrán saber nada de ti…, incluso puede perjudicar y poner en peligro mi matrimonio con Anabel…
Alejandro: eres un egoísta…
Emmanuel: ah, ahora resulta que soy un egoísta…, ¡y tú eres un insensato! (dijo molesto)
Alejandro: sí, lo eres…, ¿es que acaso no quieres que sea feliz en mi vida?
Emmanuel: ¡claro que quiero!
Alejandro: pues entonces deberías dejarme elegir y no obligarme a casarme con Isa…
Emmanuel: nadie te está obligando…, sólo te estoy diciendo las cosas cómo son…, no puedes hacer lo que te venga en gana por una obsesión…
Alejandro: ¡no es una obsesión, quiero a esa mujer!
Emmanuel: ¿la quieres? (dijo sarcásticamente) ¿qué vas a saber tú lo que es querer si sólo la has visto bañándose y sin ni siquiera saber nada de ella?..., lo que yo pienso, es una obsesión…
Alejandro: (cabreado): ¡que te he comunicado que no es ninguna obsesión!
Emmanuel: entonces, una locura…
Alejandro: contigo no se puede hablar en serio…
Emmanuel: ¿y contigo se puede?..., ¡tampoco!..., sólo estás ofuscado con esa mujer y no ves más allá… (pausó) pero si es lo que quieres, tú mismo…, haz lo que te dé la gana…, luego si estás arrepentido por tu decisión, no vengas a llorarme…
Alejandro: ¡por supuesto que no lo haré! (se levantó del sillón y se marchó sin despedirse de su hermano)

Emmanuel se quedó pensativo…

Emmanuel: puedes expresar lo que te dé la gana, pero estoy seguro que esa obsesión, locura, manía con esa muchacha, no te va a traer nada bueno…, pero que nada bueno…

Los días pasaron rápidamente…, ya era viernes…, el día antes de la boda entre Alejandro e Isa…, ¿se celebrará finalmente el enlace entre ambos ó será todo un fracaso?

Días antes, Emmanuel estuvo preocupado por la discusión con su hermano…, incluso se sentía triste…, nunca habían peleado tan duramente los dos hermanos…, sólo cuando eran pequeños tenían las riñas típicas de hermanos pero que se pasaba enseguida…, pero esta gresca estaba llegando demasiado lejos…, Anabel intentaba alentar a su marido…, quien le agradecía eternamente su apoyo incondicional y su amor…, pero no le explicó en qué consistió el cabreo con su hermano…, más que nada porque no quería preocuparla…, podría afectar a su embarazo y no se perdonaría a sí mismo si algo le podía ocurrir tanto a ella como a las dos nuevas criaturas que nacerían en unos meses…

Tiempo presente…, era viernes por la noche…, el reloj marcaba las 21:00 horas de la noche…

En la casa de los Duques de Sevilla…, Domingo y Margarita cenaban…, el matrimonio hizo sonar la campanilla llamando a Rosario, la sirvienta…

Rosario: ¿desean algo los señores?
Margarita: Rosario…, ¿ha visto a Isa?
Rosario: sí…
Domingo: y… ¿sabe dónde ha ido?
Rosario: se fue con su yegua…, me comentó que iba a visitar a su hermana Anabel…, que le urgía hablar con ella…, y que llegaría a medianoche…
Domingo y Margarita: gracias…, puede retirarse…
Rosario: si desean algo más, no tienen más que avisarme…, con permiso… (se retiró)
Domingo: (dirigiéndose a su mujer): ¿a medianoche?..., pero si se casa mañana a mediodía… (negaba con la cabeza incrédulo) esta hija nuestra, siempre a la suya…, a ver si le sucede lo mismo que a Anabel y sienta la cabeza a partir de mañana que estará unida en matrimonio a Alejandro y para siempre…
Margarita: su matrimonio la hará madurar…, ya lo verás…, démosle un voto de confianza…
Domingo: eso espero porque como mañana responda un “NO” cuando el sacerdote le pregunte…
Margarita: (interrumpiéndole): …mi amor…
Domingo: está bien…

Mientras tanto, Isa iba dando un paseo con su yegua blanca Luna…, mintió a la sirvienta porque sabía que ésta informaría a sus padres de su ausencia…, no visitó a su hermana, sino que se fue con su querido animal porque necesitaba estar sola…, pensar en su matrimonio del día siguiente…, encontrarse consigo misma. Tras cabalgar largo rato, llegó a la altura de un hermoso manantial y decidió realizar la misma acción que efectuaba desde hacía un mes cada noche…, excepto la noche de su pedida de mano…, bañarse bajo la luz de la luna en aquel lugar…

Se desprendió de su ropa y se metió en el agua…, aquel lugar siempre la relajaba…, la hacía sentirse bien consigo misma e incluso conseguía olvidarse, por unos instantes, de su futuro enlace con el Marqués Alejandro de Villafranqueza…

CONTINUARÁ…

Capitulo 7

En la casa de los Duques de Sevilla…, en la habitación de Isa…

Isa: (preocupándose por ella): ¿Anabel… Anabel qué te ocurre?
Anabel: (respirando): tranquila…, sólo ha sido un mareo…
Isa: y… ¿te parece poco?..., ¡te has puesto pálida y todo!..., ¡vayamos a un médico!
Anabel: no… (negó con la cabeza) no voy a ir a ningún médico… (comenzó a recuperar el color de cara) ya me encuentro mejor…
Isa: ¡no seas cabezota!..., ¡voy a llamar a mamá y papá! (acercándose a la puerta, con la intención de ir en busca de sus progenitores y el marido de su gemela)
Anabel: Isa…, por favor…, no llames a nadie…
Isa: pero es que ese mareo… ¡no es normal!
Anabel: tengo pensado ir al médico en unos días, pues Emmanuel cogió cita…
Isa: (asustada): pero… ¿te pasa algo?
Anabel: aún no lo sé…, pero no lo creo…
Isa: ay Anabel, en cuanto el doctor te eche un vistazo, me tienes informada, ¿de acuerdo?
Anabel: (asintió): sí…, lo haré…, ahora vayamos al salón a reunirnos con los demás…
Isa: lo siento, pero no voy a bajar…, diles que me encuentro indispuesta…, que agradezco el regalo y, si organizan una próxima cena, asistiré…
Anabel: ¡vale!..., bueno pues en ese caso, me voy…
Isa: pero… ¿quieres que te acompañe?
Anabel: no…, no es necesario…, ya se me ha pasado el mareo…
Isa: (poco convencida): ¿segura?
Anabel: sí…, sí…
Isa: de acuerdo…
Anabel: bueno hermanita, ¡nos vemos!..., ¡cuídate!
Isa: ¡y tú también! (se abrazaron las dos hermanas)

Poco después Anabel se hallaba con los demás e informó a los Duques de Guardilla lo que su hermana le pidió…, éstos se tranquilizaron, al igual que los padres de ambas, y decidieron seguir adelante con la pedida…, los Duques de Sevilla entregaron su regalo…, herencia de Domingo, provinente de su abuelo paterno. Tras la repartición de regalos y conversar durante un rato largo más, los Duques de Guardilla (Sofía y Felipe) se despidieron hasta el día del enlace…, cada cual por su lado (los Duques de Sevilla y los de Guardilla) ultimarían los preparativos para su hija y vástago respectivamente, pues durante la cena de la pedida se pusieron de acuerdo en cómo lo organizarían y sería todo…

Días más tarde, Anabel en compañía de su marido Emmanuel fue al doctor y, tras examinarla con detenimiento y obtener los resultados 72 horas después, les anunció algo inesperado…, algo que ninguno de los dos esperaba que fuese tan pronto pues -a pesar de que llevaban dos años de casados- sólo hacía uno que habían mantenido relaciones íntimas, pero que aún así recibieron con inmensa alegría…, el motivo del mareo de Anabel no fue otro que su próxima maternidad…, estaba embarazada de 2 semanas y en poco más de 8 meses tendría a su retoño entre sus brazos…, pero la dicha fue mayor tras enterarse de que esperaba gemelos. Su marido Emmanuel estaba más contento si cabía, pues tener dos hijos con la mujer de su vida, era algo que le llenó totalmente de felicidad…; tanto él como su mujer, decidieron guardar secreto y anunciarlo el mismo día del enlace de sus hermanos…

Unos días después de saber la noticia, Anabel y Emmanuel se encontraban en su castillo…, ya habían comido hacía un rato…, ahora ella descansaba, pues el doctor le sugirió que descansara y no hiciese esfuerzos. En ese momento, recibían una visita…

Criada: señor…
Emmanuel: dígame Silvana…
Criada: acaba de llegar su hermano Alejandro…
Emmanuel: hágale pasar…

Tras unos segundos…

Alejandro: (asomando la cabeza): ¿se puede?
Emmanuel: hermanoooo…, claro que sí…, anda pasa…, no te quedes ahí…

Alejandro llegó a la altura de su hermano y se fundieron en un caluroso abrazo…

Emmanuel: tomemos asiento y me dices el motivo de tu visita…

Ambos se sentaron…

Emmanuel: bueno, pues, tú dirás…
Alejandro: es que desde el día de la cena de la pedida en casa de los Duques de Sevilla, mis futuros suegros, no nos hemos visto ni hablado…, yo estoy muy ocupado con mis preparativos de boda con mamá y papá…, así que hoy que me he dicho, voy a hablar con mi querido hermano, pues no me describió a mi mujer…, y quedamos en eso…
Emmanuel: ahhh… (sonrió) ¡es verdad!
Alejandro: y bien… ¿a qué estás esperando?
Emmanuel: pues sintiéndolo mucho, pero no te voy a decir nada…
Alejandro: pero……
Emmanuel: (interrumpiéndole): prefiero que sea una sorpresa…, ya la verás en el altar…, sólo te diré que te gustará…
Alejandro: ¿cómo estás tan seguro de ello?
Emmanuel: porque te conozco como eres y por lo que hemos hablado Anabel y yo de vosotros…, los dos pensamos lo mismo…, ¡estáis hechos el uno para el otro!
Alejandro: eso espero…
Emmanuel: seguro… (pausó) por cierto, ¿qué tal con la muchacha del manantial?
Alejandro: ¡no me hables de ella! (dijo con resignación)
Emmanuel: ¿qué ocurre?..., ¿pasó de ti?
Alejandro: no…
Emmanuel: (sin comprender nada): ¿entonces…?
Alejandro: ese día no fue…
Emmanuel: pues… ¿sabes qué te digo?, que mejor así…, debes centrarte en Isa, que será este próximo sábado tu futura mujer…
Alejandro: supongo que sí…
Emmanuel: no te veo muy convencido…
Alejandro: es que a ver, ¿no piensas que sería mejor que no me casara con Isa e intentar conocer a la chica del manantial?..., a Isa no la conozco…
Emmanuel: a la joven del manantial tampoco…
Alejandro: pero si no me casara con Isa, podría tener ocasión de que fuese así…, y… ¿quién me dice que no es ella la mujer de mi vida en vez de Isa?
Emmanuel: escucha hermano…, no pienses eso…, mira, Anabel pensaba lo mismo que tú antes de conocerme…, incluso yo mismo tenía un poco de miedo porque no sabía que nos esperaba…, y míranos, llevamos dos años de casados y somos muy felices juntos…, ¿quién no dice que tú correrás la misma suerte que yo?
Alejandro: (poco convencido): ¿tú crees?
Emmanuel: completamente…, y no te digo más porque es una sorpresa…
Alejandro: (frunció el ceño): ¿me estás ocultando algo?
Emmanuel: sí… (sonrió) pero ya lo sabrás el sábado…
Alejandro: dime aunque sea un adelanto…
Emmanuel: (negaba con la cabeza mientras sonreía): no seas impaciente…, ya lo sabrás el sábado…
Alejandro: bueno…, vale… (resignado)
Emmanuel: cambiando de tema…
Alejandro: dime…
Emmanuel: prométeme que no irás al manantial nunca más…
Alejandro: (tragó saliva con dificultad): …

CONTINUARÁ…